Lectores de buen gusto

domingo, 28 de diciembre de 2014

En observar está el buen gusto.

Me fascinan las personas observadoras. Esas que notan en ti lo que, normalmente, otros no. Y que te dicen algo como "levantas mucho tu ceja derecha al hablar", "juegas con tus manos cuando estás nerviosa", o "agachas la cabeza en los momentos en los que te sientes incómoda".

sábado, 6 de diciembre de 2014

A veces las cosas se acaban.

Sin más. Llega un momento en que tocan fin. Les llega la hora. Una vida. Una experiencia. Un curso. Un trabajo. Una amistad. Una relación...
Ayer leí una pequeña historieta en una revista... Se llamaba «El punto negro» y es la siguiente.
«Un día la maestra entró en el aula y les dijo a sus alumnos que iban a hacer un examen sorpresa. Pese al nerviosismo que cundió entre los muchachos, fue repartiendo una hoja a cada uno con la parte frontal hacia abajo. Cuando terminó, la profesora les permitió girar el folio y vieron que era una superficie completamente en blanco, a excepción de un punto negro en el centro.
Viendo las caras de extrañeza de los alumnos, la maestra les dijo: "Tenéis que escribir una redacción sobre lo que veis en este papel". Cuando hubieron terminado, se puso a revisar los textos y todos, sin excepción, hablaban del punto negro de diferentes maneras.
Cuando acabó de leerlos, se dirigió a los niños con estas palabras: "Mi pretensión es que este examen sea para todos una lección de la vida. Ninguno de vosotros ha hablado de la parte blanca del folio, que es la que ocupa mayor espacio, sino que os habéis centrado en el punto negro. Eso mismo es lo que nos pasa cada día: solemos fijarnos en los minúsculos puntos negros y no vemos todo lo demás, que es blanco. La vida está llena de amor, amistad y cosas maravillosas. Hay motivos para ser feliz, no os obsesionéis con las desgracias y fracasos".»
Ahora, puedo decir que entiendo del todo a lo que se refiere. Puede que las cosas se acaben, es cierto. Pero hay que tener presente que, si se acabaron, es porque han sucedido y seguro que han aportado muchísimas cosas buenas. Más de las que podrías imaginarte en un primer momento. Esos buenos momentos hay que tenerlos siempre en la cabeza. En el recuerdo. No hay que guardarlos y dejarlos en un desván. Hay que vivir con ellos. Hay que saber afrontarlos una vez ya no están. Cuesta. Claro que cuesta. Cuesta a horrores. Me va a costar muchísimo aprender a hacerlo. Y no estoy segura de querer aprender. Pero son cosas de la vida.
Quien sabe. Quizá el futuro vuelva a juntar lo que el presente ha separado.