Lectores de buen gusto

martes, 29 de enero de 2013

¿Será posible que de dos rocas brote una flor? A una de ellas el viento la arrastró y la otra se mantuvo firme erosionando el tallo de la flor que con el tiempo fue marchitándose hasta quedar sólo las espinas.
Tal vez porque nunca fue flor, tal vez porque era un cardo disfrazado de colores que el tiempo descubrió.
La naturaleza es tan extraña que lo puede lograr, deshojando cada pétalo hasta dejar sólo el cáliz, transformando cada espina y opacando los colores cuando la roca se seca.

domingo, 27 de enero de 2013


Hoy era uno de esos días en los que sentía que se le iba a salir el corazón. Era realmente humana, más humana que nunca. Sentía que podía llegar a ser la persona más feliz del mundo en ese momento. Cuando él cogió su mano, no sintió que fuera la persona más feliz, sintió que era la única en el mundo, nada había en ese momento, nada alrededor, que le hiciera recapacitar, estaba sumida, sentía que su propio cuerpo no le pertenecía, era mágico, era como volar sin despegar los pies del suelo. Todo se centraba en sus ojos, en el reflejo de su mirada. A partir de esa noche nada volvería a ser igual.

sábado, 26 de enero de 2013

Sentidos.

¿Nunca has sentido que perdías tu juventud? 
Hoy era el día para levantarse y comerse el mundo, sin tapujos ni tabúes. Siempre pensaba eso, todos los días creía que hoy era el día, pero ese día nunca llego. Estaba ahí, esperando muy de cerca la llamada, la alarma de emergencia que le indicaba que su vida se apagaba poco a poco, pero ese día no, ese día quería estar sola, le apetecía estar encerrada tras las persianas, tras la tenue luz de la ventana, ese día no era como los anteriores, tenía otro sabor, otro color, otro punto de vista... ¿Llegaría el día en que no quisiera estar sola? ¿Era su falta de entusiasmo o eran los demás los que la apartaban a la soledad? Se lo preguntaba una y otra vez pero estaba demasiado cansada para pensar en una respuesta, la vida pasaba y ella la malgastaba. 
La soledad era como una planta. Llorar era regarla, encerrarse era darle calor y evadirse era matarla. Como a ella, la soledad la mataba poco a poco, no tenía luz del sol con la que crecer.