Yo sigo intentando enamorarme de alguien que no crea que haya que perder las cosas para darte cuenta de que las tienes.
Lectores de buen gusto
domingo, 29 de junio de 2014
domingo, 15 de junio de 2014
Todos somos albinos.
Al envejecer perdemos pigmento, nos desgastamos, encogemos y volvemos frágiles.
La piel se vuelve flácida más que tersa, y solo existen dos expresiones
a elegir: sonrisa de abuelo chocho o ceño fruncido de viejo amargado.
No hay punto medio, pero sí pecas. Pecas que son los suspiros que
hemos dado en la vida, pecas que dan un poco de color a la piel.
El cabello se pone blanco y poco a poco se cae. Los ojos y la memoria
se ponen borrosas y poco a poco empiezan a fallar… pero es cuestión de
edad ¿no?
¿Acaso el disco de nuestra memoria debe quedar en blanco al momento de nuestra partida?
Cuentos de hadas.
Las historias con final feliz no existen, demasiado surrealista para
esta vida de mierda. Solo ganan los que deberían de perder por el simple
hecho de ser los personajes que son en la historia. Después de todo,
¿qué más da, si hagas lo que hagas no va a cambiar nada? Nunca
encontraremos nuestro final feliz, nunca lo recuperamos del todo.
Sólo tienes que estar atento.
Algún día voy a gritar toda esta bruma que infla mi pecho, que habita en
mi garganta, te haré saber que eres la razón que le da sentido a mi
locura, que pintas mi camino de gris cuando la luz llega a molestar.
Coincide, ven, te estoy llamando en cada instante, escucha mi grito que
estoy muriendo por que me pienses, que sepas que existo, por un segundo,
que soy, que tengo una bruma de ti que me enloquece y a la vez me da
fuerza para no rendirme a la estupidez que es como un virus que va
contagiando a la gente con confort y simpleza. Escúchame.
Constantemente.
Las ganas no avisan cuando se están muriendo, ni cuando se te pudren
dentro y se fosilizan. Ni siquiera cuando un día te levantas siendo las
ruinas de los sueños que tenías. No avisan, porque eres tú quien las
mata en un arrebato de vagancia suicida.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)