Lectores de buen gusto

domingo, 2 de febrero de 2014

El prisionero.

Él es todo un caos y produce desastres, forma laberintos que aún no puedo descifrar, me dibuja caminos con letreros de peligro, me aparto un poco, pero su mirada me atrae, él es mi enredo, mi confusión, es aquel que hace gritar a mi corazón, mientras sus emociones se encuentran en silencio. Ese hombre se encuentra encadenado, tiene palabras atragantadas, abrazos prisioneros y besos cautivos, mientras que su mirada se encuentra libre. Él ha puesto sus ojos en mí, ha observado mi alma, me ha recorrido y caminado. Se ha vuelto embriagadora la forma en que me descubre, entonces, de pronto, me encuentro perdida entre suspiros, entre rápidas palpitaciones, entre roces fragmentados, en ese instante pasa algo, ha notado la forma en como me estremece y se aparta, me aleja, se coloca de espaldas, se ve sometido por algo, pero no sé que; de nuevo está confundiéndome, intento buscar su mirada, pero se encuentra oculta, se siente la tensión, estoy paralizada, solo lo observo, me doy cuenta que es un solitario, lo cubre un aura de nostalgia cargada de bullicio, así que me produce curiosidad este rompecabezas de hombre, entonces me acerco, lo miro y esta vez dejo que ambas miradas se cruzen sin alguna penetración, entre ellas obtengo una claravidencia que me hace entender que no hay manera de salvarlo. También logro acceder a su rota conciencia y retorcida mente, contagiándolo de mis besos y caricias. Él me deja leerlo y tanteo cada idea, pensamiento, recuerdo; logro conocerlo, ahora soy parte de él, somos dos en uno, sin engaños. Todo sigue siendo caótico, prohibido, pero la diferencia es que ahora es mio y ya no está prisionero de él, sino de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario