Lectores de buen gusto

sábado, 19 de abril de 2014

No te enamores de la curiosidad.

No te enamores de una persona curiosa. Querrá saber quién eres, de dónde vienes, cómo es tu familia. Mirará todas tus fotografías y leerá todos tus poemas. Vendrá a cenar y hablar con tu madre acerca de cómo su curiosidad le ha enseñado cosas muy útiles. Te pedirá que explotes cuando estás enfadado y que llores cuando estás herido. Te preguntará qué significa esa ceja levantada. Querrá saber tu comida favorita, tu color favorito, tu persona favorita. Te preguntará por qué. Va a comprar esa cámara que te gustó, prestará atención a esa banda que amas en caso de que haya un concierto cerca, te llevará ese suéter al que le sonreíste una vez. Aprenderá a cocinar tus comidas favoritas. Los curiosos no se conforman con el exterior, desean el interior. Ellos quieren lo que te hace pesado, lo que te hace sentir incómodo, lo que te hace gritar de alegría , ira, y de angustia. Su piel se convertirá en páginas en las que aprenderás a derramar tu ser. No te enamores de una persona curiosa. No dejará un suspiro sin explicación. Querrá saber qué hizo exactamente, qué hizo para que la amaras. Año, mes, día, semana; ''¿A qué hora fue? ¿Qué dije? ¿Qué hice? ¿Cómo te sentiste?'' No te enamores de una persona curiosa, porque ha estado allí. Desabrochará tu camisa y leerá cada cicatriz, cada marca, cada curva. Explorará cada una de tus extremidades, cada órgano, cada pensamiento, cada ser. Si te arriesgas veras a que me refiero, y si no estas dispuesto a esto, mejor no dejes que su curiosidad se vuelva olvido…

No hay comentarios:

Publicar un comentario