Tú no necesitabas hundirte en mi oscuridad. Tú ya te
encontrabas inmerso en una escala completa de grises, en un retrato
antiguo, añejo y melancólico. Tus días ya tenían sabores amargos y
aromas dulces que se iban desvaneciendo en el viento enrarecido, tenías
una realidad distante a la humana y estabas habitado ya por mil almas,
tenías rastros de amores pasados y cicatrices por todo el cuerpo. Eras
ya un producto de sonrisas que fueron perdiendo su color,
aunque cada parte de tu ser seguía respirando vida. Por eso no
necesitabas hundirte en mi oscuridad, porque al igual que yo, tu ya
llevabas incrustados trozos de historias que en un momento, siendo
presentes, fueron olvidando su tinte original y terminaron por
desteñirte, al igual que a mí, hasta el alma.
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