Lectores de buen gusto

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Ser o no ser; soy una sirena.

Consiste un esfuerzo prodigioso el ser, ser quién realmente somos, me refiero. El que te sientes por dentro, el que hierve cuando no aceptas tu condición o tus delicados y bellos complejos.
¿Habéis visto ''La Sirenita'' de Walt Disney? Fue mi película favorita cuando era una niña, pero jamás comprendí por qué tan fascinante sirena deseaba ser humana y desprenderse de su maravillosa cola.
Cuando me ponían la peli, nunca quería verla acabar, porque mi final feliz era otro. En mi final feliz, el príncipe, ese feo con cara de travesti, la habría amado siendo tal y como era: una sirena de cola a cabeza.
Sí, es cierto, quizás Eric habría tenido que comprar una pecera gigante, y puede que la casa se tornara algo húmeda, pero ella nunca debió haberse abandonado. A estas alturas, estoy segura de que Ariel ya se habría cosido las piernas para volver al mar. 
Con esto quiero decir que todo es importante, pero lo es por encima de todo, amar quien eres y pregonarlo con orgullo.
Yo también soy una sirena, me he aceptado, jódete. Si no te gustan mis escamas, nunca sabrás lo bien que canto bajo el mar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario