Lectores de buen gusto

domingo, 15 de junio de 2014

Todos somos albinos.

Al envejecer perdemos pigmento, nos desgastamos, encogemos y volvemos frágiles.
La piel se vuelve flácida más que tersa, y solo existen dos expresiones a elegir: sonrisa de abuelo chocho o ceño fruncido de viejo amargado.
No hay punto medio, pero sí pecas. Pecas que son los suspiros que hemos dado en la vida, pecas que dan un poco de color a la piel. 
El cabello se pone blanco y poco a poco se cae. Los ojos y la memoria se ponen borrosas y poco a poco empiezan a fallar… pero es cuestión de edad ¿no?
¿Acaso el disco de nuestra memoria debe quedar en blanco al momento de nuestra partida?

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