Porque el tres es mi número favorito; porque, y como dijo uno de mis escritores más bonitos: «Las tres de la madrugada es la hora más oscura de la noche, la más dura», y porque, sin embargo, y a pesar de compartirlo, para mí dicha hora siempre será un bálsamo. Las tres son como el cristal: una hora dura pero frágil, capaz de hacerse añicos y cortarte, o de ser ventana y permitirte observar. Y las 3:33, en particular, representan y simbolizan para mí la calma. El limbo, el suspenderme en el tiempo y poder así pararme a respirar; siempre lo ha hecho. Las tres son la hora del silencio y de las luces, y las 3:33 es el salto desde el columpio cuando ya no puedes impulsarte más arriba.
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